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Cuando naciste, en otoño de 1922, tu padre, Salvador Gil Vernet, estaba preparando las oposiciones a la cátedra de anatomía de la Universidad de Salamanca. No fue extraño pues, que al llegar al mundo, a tu alrededor hubiera un sinfín de apuntes, atlas y tratados de anatomía. Más tarde, recordarías a tu padre desayunando en silencio mientras preparaba la lección que impartiría esa mañana al tiempo que tú espiabas, por encima de su hombro, esas láminas que parecían inextricables y misteriosas. La guerra civil truncaría tus estudios de bachillerato en el Colegio de San Ignacio, teniendo que abandonar Barcelona para refugiaros, con tu madre y tu hermano Salvador, en la casa de Vandellós. Durante esos tres veranos de forzosas vacaciones descubrirías las que luego iban a ser tus grandes pasiones: la caza y la pesca.
En 1941 empezaste la carrera de Medicina en la Facultad de Medicina de Barcelona, y no eran raras las tardes de domingo en las que tenías que renunciar a ver los partidos del Barça para acompañar tu padre a la sala de disección, donde le prestabas ayuda en sus investigaciones anatómicas. Durante los años de carrera, para ganar algún dinero, vendías los trofeos que ganabas en el tiro al plato, deporte en el que fuiste campeón de Catalunya y de España. Acabada la carrera, te especializaste en urología, desarrollando nuevas técnicas de cirugía reconstructiva como la creación de vejigas artificiales o la sustitución del uréter utilizando segmentos de intestino delgado o grueso.
En 1964, con la inestimable ayuda del doctor Román Luera, veterinario del zoológico de Barcelona, llevaste a cabo los primeros trasplantes experimentales de riñón en el perro. Al año siguiente, el viernes 23 de julio 1965, con la colaboración del nefrólogo doctor Antonio Caralps y del inmunólogo doctor Jordi Vives realizaste el primer trasplante de riñón con éxito en nuestro país. Fuiste visionario y pionero, abriendo un camino de esperanza para los enfermos de insuficiencia renal, una labor que no fue nada fácil, torpedeada por algunos colegas y por los problemas legales que ello conllevaba. En 1972 fuiste nombrado catedrático numerario de Urología y vicerrector de la Universidad de Barcelona en el periodo de 1973 a 1980.
Recuerdo, como si fuera ayer, cuando llegabas los sábados por la tarde a la casa de Sant Salvador y, apenas dejabas el coche aparcado, buscabas 'voluntarios' para ayudarte con las artes de pesca. Se trataba de cebar varias cestas de palangres, cientos de anzuelos con calamar fresco, para calarlos aquella misma tarde. Ni que decir tiene que tanto mis hermanos como los amigos desaparecían del jardín tan rápido como les daban los pies. El domingo, al amanecer, te acompañábamos a recogerlos y repartir las capturas con los Costa, los Feu o los Dalmau.
Tu carrera siguió imparable: innovador e inventor desarrollaste nuevas vías de abordaje y nuevos procedimientos quirúrgicos en el tratamiento de las piedras del riñón, en el trasplante renal ortotópico y numerosas técnicas que me resulta imposible resumir ahora. Has tenido una vida envidiable, larga y fecunda. Hemos compartido profesión y aficiones, he tenido la suerte de disfrutar contigo de la pesca con mosca, de los amaneceres en la isla de Buda, de los bosques del Pallars y de los campos de la Segarra.
Te escribo estas líneas mientras miro a tu bisnieta, Gabriela -¡Cuánta ilusión tenías por verla!-, dormida en el regazo de mi hija Adriana, y sé que, de algún modo, sigues con nosotros. Hasta siempre, padre.
José María Gil-Vernet SedóBARCELONA - Martes, 10/03/2020
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