Dicen que los artistas, escritores, pintores y músicos, sienten miedo ante el papel, el lienzo o la partitura en blanco. Yo no soy, claro es, un artista, pero también hoy, al disponerme a escribir estas líneas de recuerdo y homenaje al Prof. Willy Grégoir, he sentido ese miedo a la página en blanco. Y es así porque se trata de transmitir palabras de tristeza y también de alegría. Tristeza porque, días antes de cumplir los ochenta años de vida, se fue para siempre un amigo entrañable, una eminencia médica, a la que todos los urólogos del mundo admiramos y respetamos sin la menor reserva; y alegría, sí alegría por haber tenido la dicha de conocerle, estimarle y respetarle, como se estima y se respeta a los verdaderos amigos, que además, son auténticos maestros. ¿Quién era Willy Grégoir?, ¿qué fue Willy Grégoir para la urología mundial?. Todos sabemos que el Prof. Willy Grégoir fue un eminente urólogo belga, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, que por sus méritos fue nombrado Profesor Honorario de aquella Universidad y de la de Barcelona, miembro fundador y Secretario General de la Sociedad Europea de Urología y, en fin, como vértice de su saber y prestigio, Presidente de la Asociación Internacional de Urología, muchas notas más añadiría un biógrafo, pero en ellas probablemente no estarían reflejadas aquellas que definen a Willy como persona, como maestro y como amigo. Le conocí en 1958 cuando durante el Primer Congreso Internacional del Film Urológico se me concedió la medalla de oro por la película "Sustitución total de la próstata y de la vejiga por un segmento intestinal". El Prof. Willy Grégoir era en dicho congreso Presidente del jurado. Allí nació la comunicación y la amistad entre nosotros. Pero de la amistad de la que hablo no es la que llamamos ordinariamente amistad, que es un conocimiento y una familiaridad establecidos por la ocasión o la conveniencia y gracias a ellos las almas, entendida como el conjunto de facultades intelectuales y morales consideradas en su unidad, se comunican; sino de la amistad con mayúsculas, aquella en la que las almas se mezclan y se confunden la una con la otra, de manera tan universal, que se borra la juntura que la enlazó, como nos dice Montaigne. El veinte de agosto fue para mí un día triste, "día fatal que debo llorar y honrar siempre porque vosotros, dioses, lo quisisteis" (Virgilio, Eneida, V, 49). Hacía cuarenta y dos años que conocía a Willy, tiempo suficiente para tener consolidada nuestra amistad, pues "solo puede ser firme la amistad en la madurez de la edad y el ingenio" (Ciceron. T. Quaest, IV, 34). Esta se fue fraguando y al mismo tiempo nos permitió compartir numerosos trabajos llevados a cabo en colaboración, muchas jornadas de quirófano en los memorables Cursos Internacionales de Urología de Barcelona. Al escribir estas líneas me viene a la memoria, la del cerebro y la del corazón, el innumerable intercambio de ideas que hemos mantenido, desde las científicas hasta las humanas, desde las médicas hasta las deportivas. Recuerdo con profunda emoción nuestras vivencias en las montañas y en los llanos, en el mar y en los ríos, entregadas al arte y a las aventuras de la caza y de la pesca. Son cosas, vivencias, todas ellas, que dejan una profunda huella en la experiencia del vivir. Huellas, sí, que siempre he conservado como un don, una riqueza noble y bella. Willy fue un hombre que poseyó el don de la calidad humana, tal vez por su profundo bagaje cultural, humanista, que incluso va más allá de la pura ciencia médica y que hizo de él un ser privilegiado. Conociéndole, se comprende bien que en su persona no había lugar para la envidia ni para la soberbia. Willy Grégoir, ha demostrado a lo largo de su vida que siempre ha estado instalado decididamente en el terreno de lo moral y la honestidad. Tras su jubilación administrativa ha impartido numerosas conferencias a éste y al otro lado del océano, dispuesto siempre a dar la opinión del pensador, del científico, que se resiste a desconectar de los vaivenes de la Urología. Más que una persona, o precisamente por serlo, se convirtió en un ser necesario para la comunidad urológica. Esta necesita, hoy más que nunca, no tanto eruditos estériles como hombres sabios en el sentido que a este término prestaba el mundo griego: "Hombres que saben lo que es la virtud y de ella viven". A Willy le tocó vivir una época de crisis cargada de conflictos, en la que los contenidos morales pudieron tomarse cuestionables, pero lo que nada ni nadie le pudo arrebatar es su actitud moral. Willy Grégoir héroe de la resistencia en la última guerra mundial, luchó contra el totalitarismo de la década de los cuarenta, hoy reflejado en nuestra sociedad por los nacionalismos carentes de tolerancia, generosidad y muy especialmente de libertad; por ello fue condecorado en tres ocasiones con la medalla de la Résistance, la Military Cross y la King's Medal of Courage. Durante los numerosos viajes que con él realicé, pues ambos podíamos afirmar que desde que Dios creó a los seres humanos no han dejado de ser viajeros, siempre reinaba una atmósfera exquisita que nos hacía olvidar todos los fastidiosos horrores de la vida. Ahora, cuando me viene a la cabeza mi amigo, considero que la amistad, con palabras de Antonio Gala, es un sentimiento que seduce más que el amor. Nuestra amistad nunca estuvo reñida con la cortesía, con las buenas maneras o con el respeto; pero pudimos prescindir de ellos, porque lo que exige, de un modo indefectible es la verdad. La amistad con Willy Grégoir, nos ha permitido convivir cómodamente; no teníamos precauciones, desconfianzas, ni recatos, y teníamos la certeza de que nada de lo que decíamos iba a ser utilizado en contra. Nuestra verdadera amistad nos garantizaba esa comodidad. Durante nuestros encuentros no pretendíamos ser brillantes, sino ser el amigo que aspira sólo a ser correspondido. Par mí, Willy ha sido el artista que cree en el arte (el arte de la cirugía, de la profesionalidad y de la amistad) y no, como el primitivo, en la realidad de sus visiones. En nuestra amistad nunca cometimos el error de confundir las ideas con los sentimientos y de catalogar a estos últimos como inferiores. Pero desgraciadamente, en este mundo, en esta época que nos ha tocado vivir la llamada Inteligencia Emocional (The Emotional Intelligence ), sigue atrapada en el viejo error de confundir las ideas con los sentimientos. Pero afortunadamente los mensajes y las órdenes emocionales que nos envía el cerebro continuamente no son ideas confusas, sino que son mensajes muy precisos en calidad y cantidad. Palabras de tristeza, palabras de alegría, que yo desearía fueran una permanencia de admiración, de respeto, de amistad, hacia el profesor Willy Grégoir, que todos nosotros deseamos que ahora goce de la luz y de la paz.
Profesor Dr. José Ma Gil-Vemet